“Los chicos no sufren déficit atencional, sino que la escuela no los contiene”

Lo afirmó el presidente del Colegio de Psicólogos, Jorge Cáceres. Aseguró que los profesionales se abusan en el diagnóstico de niños con Trastorno por Déficit Atencional con Hiperactividad. “Los problemas de aprendizaje no son tales, se deben más bien a la imposibilidad de la escuela de adaptarse a las nuevas formas de ver el mundo”.

 

Lucía González | lgonzalez@lmcordoba.com.ar
 

Que el niño no atiende en clase. Que se dispersa. Que se aburre. Que no estudia. Que no puede mantener la concentración. Que no comprende los textos. Que no hace las tareas. Los síntomas que pueden derivar en un diagnóstico de Trastorno por Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH) son diversos; y su medicación, amplísima. 


Las estadísticas mundiales indican que entre el tres y el cinco por ciento de los niños en edad escolar sufre de esta patología. De ellos, el 70% tiene además la “hiperactividad” como trastorno asociado junto con “impulsividad” y “dispersión”.


El término TDAH integra la clasificación del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) de la Asociación Americana de Psiquiatría; y está relacionado a un trastorno de la conducta, que se manifiesta desde los primeros años de vida y adquiere relevancia cuando el niño, inserto en el sistema educativo, no cumple con los objetivos académicos.
 
A destiempo
Jorge Cáceres es presidente del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba y psicoanalista. Hace algunos años que trabaja con escuelas de la localidad de Unquillo en un programa comunal llamado “Consejerías en Salud” y que consisten en trabajar junto a niños y jóvenes temáticas como salud sexual y reproductiva, consumo de sustancias y violencia en las relaciones.

 

Para Cáceres, hay un desfasaje: “La escuela es una institución del siglo XIX; los docentes son formados en el siglo XX y los alumnos son nacidos y criados en el siglo XXI”.

 

En diálogo con LA MAÑANA, Cáceres fue categórico respecto de lo que opina sobre el TDAH, tan de moda en la era de las redes sociales y en la era de lo que algunos autores denominan de la “hiperconectividad”.


“La existencia misma del déficit atencional está cuestionada y muchas veces no es tal, sino que existe una inadecuada capacidad de la escuela de adaptarse a las nuevas formas de aprendizaje del niño”, arrancó Cáceres en diálogo con LA MAÑANA.


- ¿El problema es un desfasaje en el tiempo?
La escuela es una institución del siglo XIX, los docentes se forman en el siglo XX y los alumnos son nacidos y criados en el siglo XXI. Así de simple. Son chicos sobreestimulados, criados en la era de la tecnología, que tienen otra forma de comunicarse y otras maneras de diálogo. ¿Están mal? Absolutamente no. Son distintos. Me refiero a que el hecho de que un niño no pueda estar dos horas sentado no significa que sea inquieto o hiperactivo necesariamente. Quizás hay que mirar dentro de las instituciones.


- Pero profesionales la diagnostican y forma parte del DSM IV...
Es que la medicación de los pacientes se impuso a su correcto diagnóstico y esa es una de las críticas más duras que se le hace a los DSM. Para la escuela norteamericana, cada episodio o característica que no se ajusta a las normas sociales digamos ´convencionales‘, tiene un nombre específico y una droga específica para su tratamiento. En el caso de los niños, hay una sobremedicación porque la escuela no se adapta a los cambios en la manera de aprender.


- ¿Cómo debiera adaptarse?
Habría que salirse del manual y ponerse a ver cómo captar la atención de ese niño supuestamente disperso. Por ejemplo, las estructuras familiares de los niños son distintas a las del docente. El niño no reconoce a la estructura ‘mamá, papá y hermanos‘ como único concepto de familia. Ahora puede ser ´mamá, mamá o papá, papá‘, la figura fuerte puede incluso ser un tío. Puede no tener un padre presente... las combinaciones son infinitas. El problema acá es que las viejas generaciones no se adaptan a las nuevas. Hay que escuchar más al niño, no catalogarlo.